miércoles, 9 de abril de 2008

El Mictlán revisitado

Una temporada en el Mictlán: alusión obligada, la otra temporada la de Rimbaud, y entonces el infierno, tal vez otro, quizá Dante. Fabre-Rimbaud-Dante, puede ser pero no del todo, no tan simple, fin de las alusiones obligadas, analogías inmediatas, de cajón, por tan de impronta. Ante todo la brevedad, porque la temporada de Fabre parece breve, tres poemas y una calavera, y parece también tratarse justo de las brevedades, de las fragmentaciones de la historia, de la palabra, de las alusiones inmediatas obligadas que se salen que son breves también. Porque pareciera que el juego de este texto va más allá del famoso scripta manen; pues después de la brevedad de estos poemas hasta lo escrito deja de permanecer, y si de aquello algo llegase a quedar será sólo un fragmento. Fragmentos los objetos, fragmentos las palabras de los hombres e incluso las de los poetas. Fragmentos de vida, lección de historia. Por eso el Mictlán porque es el lugar de los muertos, qué dejan los muertos fragmentos pero hermosos, dijo Nezahualcóyotl, y el fotógrafo del asa de la vasija y el observador de la fotografía. Entonces, por sustracción el Mictlán, la temporada en el inframundo del Mundo Antiguo que fue México tal vez, antes de que tal vez el infierno se instalará acá en la tierra o de que el infierno de la otra Ars longa, vita brevis. Sin pretenciones, Fabre pone en juego relaciones con lo sagrado, pero desde lo moderno, justo desde otra temporada, no es volver directamente al Mictlán de los antiguos, porque ese ya tampoco existe, sólo nos quedan fragmentos en museos de sitio, en el de Antropología, en fotografías, fragmentos, volver al mundo de los muertos es entrar a las bibliotecas, investigar, leer a los investigadores que ya encontraron datos pero nada volverá a la posible totalidad que fue en algún día. Jugar entonces, ironizar puede ser una nueva relación con lo sagrado; y volver a los juegos de la muerte que también es vida, imbricar relaciones, transgredir órdenes aparentes, Jugar. Echar a andar en brevedades las brevedades de la vida y de la muerte. ¿Qué sigue al canto? ¿Otro canto? ¿El silencio? Entonces si sólo quedan fragmentos y la nada que queda, hay sentido. Juego otra vez, Gorostiza escribió un poema existencial sobre algo parecido, que por qué de la muerte después de eso creo que se quedó callado, pero dijo algo y lo repetimos y lo pensamos y es un fragmento porque talvez Gorostiza se quedó sin decir algo, incertidumbre también y nos quedan los fragmentos. Para los nahualt que creían que si morían de muerte natural o de enfermedad iban a dar al depósito de muertos que era el Mictlán después de hacer un viaje que era una especie de retorno por donde se vino es decir vuelta a la caverna a la matriz, la muerte y la vida eran como una serpiente que se muerde la cola, para los judeo-cristianos la idea de la muerte es como de final, un sán se acabó del que se retornará hasta el día de un juicio final que quién sabe cuando llegué, pero llegará y todos serán juzgados. Y luego la modernidad que justo en el XIX de Rimbaud, le puso en la torre a eso de la trascendencia espiritual tal vez para dar paso a una idea de materialidad necesaria, nuestra relación con la muerte se trasforma, la muerte puede ser para nosotros una vuelta al vientre como lo era para los antiguos mexicanos es un stand-by para esperar al juicio final o sólo es muerte. Si es así entonces el sentido es dejar algo acá, aunque sea un fragmento, estamos cerca del Rey de Texcoco que era poeta, que es mundo de los muertos, dónde está nuestra relción con el inframundo tal vez es más cercana de lo que creemos nuestro mundo de los muertos está en cada uno de los fragmentos de la microhistoria que nos quedan en los fragmentos de cosas, en el Mictlán personal, fragmentario que son nuestros recuerdos, nuestras referencias, zompnactli de lecturas también; por eso Gorostiza que se preguntaba por estas cosas de la vida y de la muerte, y dejó fragmentos y de.

No hay comentarios:

te vas para no volver

te vas para no volver